Un día en mi vida


El galpón cobija un desierto:
toneladas de polvillo negro
deshidratado, rico en minerales.
Unos pocos hombres, los suficientes,
lo transitan y transportan.
Su procesamiento me reviste
como a un rey pobre y mudo.
Mi ropa, mi celular, mis
lentes de contacto, las coronas
de mis muelas. La tijera que
me cortó el pelo, el recital
de Morrissey, el pizarrón
del barrio, los rollers y la
botella de gin que me prometí
destapar con ella.
Síntomas humanos posibles
por otro desierto -rojo aquél-
donde un puñado de tipos
se asientan y se ponen a producir,
primeramente, entre otras cosas,
¡booooooooooms! de dinamita.
Los pocos jilgueros que andaban
por ahí abandonaron el lugar
a los hombres-hormigas
ingeniosos
peligrosos
necesarios para los de acá
los del galpón que cobija
un desierto.