es insondable 
hasta dónde 
las canciones de amor le han dado 
forma a lo que entendemos por amor
Existencia dudosa



A veces pasa
me pregunto para qué investigar 
la música de unos tipos que vivieron 
a 12.000 km
hace cuarenta años 
hasta que veo a dos pibitos 
en una esquina de Rosario
saludarse con un gesto nacido 
en el Bronx


Galileo estaba equivocado

Estaba por escribir: 

"andar por ahí denunciando la obviedad de que el capitalismo mata tiene la misma utilidad que vivir anunciando el heliocentrismo"

hasta que encontré que uno de cada tres rusos y uno de cada cinco norteamericanos creen que el sol gira alrededor de la tierra.

entonces decidí reformular mi pedido; quedó así:

All we're saying is give Modernity a chance




A la vuelta de mi casa hay un edificio sojero de mediana gama. Algunos quizá lo recuerden porque lo sacudí poéticamente un par de veces, a propósito de universidades privadas y radios de miami online.
En estos días, el edificio ensayó una venganza.
Como se vengan las cosas, indiferentes, silenciosas.
Porque un edificio sojero es, al 8 de diciembre, un edificio abandonado.
Cuento:
de 40 persianas, 7 levantadas. 80% desocupado.
(link mental: los números oficiales generales hablan de un 20% de familias con problemas de déficit habitacional en la ciudad).
Con motivo del extravío de mi felina favorita, hoy salí a pegar unos cartelitos y pegué en el edificio de mediana gama.
Junto al portero eléctrico.
Media hora más tarde lo habían arrancado.
Media hora después de ese arranque, parado en la terraza de un vecino, escuché maullar a Soul. Había dos posibilidades: o estaba en la cochera de ese edificio o en una casa contigua.
Fui hasta la puerta de la cochera y la vi. Le grité. Vino. La acaricie por entre unas barras de madera. Y de las ganas de agarrarla le di una patada (la resignación nunca es total, cualquier acción encierra un sueño) a la puerta.
Fue mi mejor chiste al temblor del inseguro crónico: la puerta se abrió y me llevé a Soul, que estaba ahí desde antes de anoche.
Llegamos a casa, me rasguñó el pecho, tomó agua, comió y volvió a salir por ahí.
Ahora, desde mi ventana, miro ese amontonamiento de ladrillos bastante feo. Se me aparece como una entidad casi volitiva. Pienso:
el boom sojero e inmobiliario prolifera en manifestaciones bizarras y se parece, cada vez más,
a una gata perdida en una cochera en pleno verano.